En hora buena por la publicación del primero número de La Voz de Atoyac. Participar en la creación de consciencia de donde uno pertenece es una tarea nobilísima. Y toma especial trascendencia en medio de la inmensa mancha urbana de la Ciudad de México. Al igual que otros pueblos que han sido absorbidos por la capital del país, o incluso culturas enteras que han sido digeridas por las naciones iberoamericanas, los detalles son lo que nos hace únicos y la historia de Santa Cruz Atoyac hace a sus vecinos diferentes e individuales frente a otros habitantes del Distrito Federal. Máxime cuando uno habita un lugar que tiene siglos de existencia.
La memoria colectiva de repente es muy corta, y con el paso del tiempo, solo se conservan los sucesos escandalosos y frívolos. Este es el medio idóneo para que conozcamos la singularidad de donde a hora somos vecinos y reconozcamos entre los descendientes de los más antiguos habitantes de Atoyac la legitimidad histórica para conservar las tradiciones de este lugar.
Maravilloso será que cuando alguien nos visite igualmente los llevemos a hacer un shopping a Plaza Universidad o un trámite en la Delegación Benito Juárez, que a conocer la Cruz Atrial que lloró al ser labrada, o conocer más de las anécdotas de cuando este lugar era un punto de descanso en el “largo” camino entre Coyoacán y México.
Más allá del metro Zapata, existe un pueblo enclavado en la urbe que debe de alzar la voz para que no se pierda su historia con el paso del tiempo. Felicidades.
domingo, 2 de noviembre de 2008
martes, 1 de julio de 2008
El Proyecto Mesoamérica
El término acuñado por el etnólogo Paul Kirchhoff acaba de rebasar las fronteras de la academia y trasciende de las disciplinas humanísticas que estudian el pasado para convertirse en un adjetivo calificativo que comparten buena parte de México y Centroamérica con total vigencia y contemporaneidad: el Proyecto Mesoamérica.
Por extraño que parezca, éste título no es para un proyecto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) o para el trabajo de algún departamento de arqueología de alguna universidad prestigiada europea o estadounidense; es el nombre corto (o comercial) de cómo se conocerá ahora al Plan Puebla Panamá promovido en su momento por el expresidente Vicente Fox y relanzado por el presidente Felipe Calderón con el apoyo de sus homólogos mesoamericanos.
Las bondades del otrora plan, ahora proyecto, siguen encausadas en el mismo sentido: la creación de una infraestructura de comunicación e industrial básica que integre la región a través de la creación de nuevos sistemas integrales eléctricos, carreteros e informáticos, entre otras importantes necesidades básicas de desarrollo en salud, alimentos y fertilizantes. Pero estas líneas no son para ahondar en el proyecto en si mismo como está planteado, sino en el cambio del nombre por si mismo, que es muy ilustrativo.
Cuando Vicente Fox propuso el Plan Puebla Panamá sin duda alguna se basó en un mapa, al ver que los estados más carentes de infraestructura del país son los que se encuentran al sureste mexicano, y que dicha situación se extiende a través de los territorios de nuestros vecinos centroamericanos. Según esto de Puebla a Panamá. Situación actual que es cierta (por cierto, con Chiapas en medio, en tiempos cuando el EZLN aún hacía ruido a nivel nacional e internacional). La fórmula es lógica: si éstas son las zonas con mayor retraso económico, se tiene que impulsar el desarrollo allí. Claro, mediante la inyección de capitales (nacionales, extranjeros o supranacionales); sin embargo, para lograr llevar la inversión a estos lugares inhóspitos solo tenemos un elemento, la mano de obra barata, y faltan elementos de infraestructura básica. Entonces, mediante un plan desde Puebla hasta Panamá, hay que crear esa infraestructura para poner la mesa a los no tan interesados inversionistas, a ver si así le entran al desarrollo de la región. Más apetitoso es el asunto cuando la misma creación de infraestructura es en si misma un nicho de mercado para la inversión de los capitales que lamentablemente, para ellos, se tiene acotada en los negocios más jugosos: petróleo y generación de electricidad; aunque les queda el carretero, entre otros. Pues bien, la medida es viable y tiene sus bondades para muchos sectores. Para el gobierno mexicano, al dar progreso a la zona más atrasada del país y contrarrestar el discurso del EZLN; para los gobiernos centroamericanos, al coordinar políticas públicas en marco de un desarrollo regional partiendo con la totalidad de independencia y soberanía para cada uno de ellos; y para la iniciativa privada, al dar un impulso a la exportación y las facilidades para la movilidad de sus capitales. Pues dicho así el plan está bien y suena bien.
El primer punto en contra de dicho plan fue su puesta en marcha, porque no era desde un escritorio como se podría desarrollar. El modelo económico planteado tenía que traducirse al diplomático para cabildear sus alcances y adecuaciones a los intereses de cada nación y estado. Cuando se cayó en cuenta de este hecho, se dio el golpe de timón y hasta Colombia le entró (cómo podía permitir que la influencia mexicana creciera en la zona sin su intervención, máxime que no nada más se hablaba de Centroamérica, sino también de Panamá, antigua provincia suya separada de su seno por influencia estadounidense para la creación del Canal). Pero cuando la diplomacia no va acompañada de recursos económicos se cae en la demagogia y allí parecía quedar el proyecto.
Bueno, pues ahora se trata de reactivar, y para ello se le cambia el nombre por el de Proyecto de Integración y Desarrollo de Mesoamérica para hacer marcada diferencia del plan anterior (aunque fuese lo mismo) y con ello reactivar su parte pragmática. Pero el tiempo ya pasó. Las cosas no son como hace ocho años cuando las ocurrencias de Fox eran gobierno y novedad. Ahora cada nación involucrada en el plan actúa con voz propia y se busca un nuevo término para la nueva denominación. Ya no es nada más con ver el mapa como habrá de llamarse a esta nueva etapa. El término de Centroamérica no cubre el alcance del proyecto, va más al noroeste de Guatemala y más al sureste de Costa Rica. Y sin darse cuenta están sentados pensando en un término que describa en esencia a la región por si mismo, tal y como lo hiciera en su momento Kirchhoff (aunque para un fin muy diferente). Así, de repente, caen sin querer con el de Mesoamérica. Sin embargo este término incluye por si mismo elementos que el anterior no tenía: Integración.- La búsqueda original de Kirchhoff fue precisamente una denominación que integrara los elementos culturales comunes que encontró desde la mitad de México hasta Costa Rica, caracterizada primeramente por su gente y en seguida por sus manifestaciones culturales, a pesar de sus diferencias locales. Situación que se cumple en la actualidad claramente entre las naciones centroamericanas y los estados del centro y sureste mexicanos.
Población.- Si bien un veracruzano o un chiapaneco o un nicaragüense son distintos entre si, tienen más lazos en común que los que tendrían con un sonorense o con un argentino, por mencionar extremos geográficos. Y lo mismo ocurrió en tiempos prehispánicos, los puntos en común entre un mexica y un maya parecieran pocos, pero resaltan elementos muy cercanos entre sí se les compara con un habitante de Paquimé u otro del imperio Inca.
Historia.- Igualmente las historias regionales en México o las nacionales en Centroamérica son particulares y únicas; pero tienen un mismo común denominador: comunidades indígenas que fueron dominadas por la corona española, influyéndolas culturalmente y dándoles más elementos en común, que cuando rompieron ese lazo se enfrentaron en constantes guerras fratricidas, que llevó a que el poder se detentara dentro de una oligarquía y/o burguesía mestiza proeuropea, dejando en la pobreza a los elementos indígenas originarios.
Y de repente dejamos de hablar de un problema de infraestructura y de inversión de capitales en la región y pasamos a hablar del trasfondo social mesoamericano de todas las épocas. El mismo que se quiere atajar desde el punto de vista original y razón de los gobiernos, pero que está constreñido a la inmovilidad de las personas en sus lugares de origen impidiendo su libre movilidad dentro de la región. Cosa ilógica dentro del mundo globalizado contemporáneo que fomenta la libre circulación de las personas, a pesar de que los gobiernos lo impidan. Por lo que la razón principal del proyecto se convierte, por el fenómeno de la migración, en un obstáculo y problema en si mismo de lo que quiere ser. Su talón de Aquiles.
El paso está dado. Dentro del nombre está la clave del éxito o del fracaso. Si se busca que el “Proyecto” funcione, tendrá que ser con la integración de las personas que conforman “Mesoamérica” en un libre tránsito de migrantes. Si se busca que “Mesoamérica” se integre, tendrá que ser con un “Proyecto” que crezca día con día en todos los ámbitos del interés de las sociedades de la región. O dicho de otro modo “Proyecto Mesoamérica” se tiene que leer como un adjetivo compuesto de las dos palabras, porque una sin la otra es el naufragio.
Tan se sabe lo anterior, que en la Declaración de Villahermosa, documento que da nuevo nombre al Plan Puebla Panama, firmado en Villahermosa, Tabasco, el 28 de junio por los presidentes de México, El Salvador, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y Colombia, así como por el primer ministro de Belice, se condenan las prácticas en contra de la migración, aunque no se habla de encaminarse a lo inevitable.
Por extraño que parezca, éste título no es para un proyecto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) o para el trabajo de algún departamento de arqueología de alguna universidad prestigiada europea o estadounidense; es el nombre corto (o comercial) de cómo se conocerá ahora al Plan Puebla Panamá promovido en su momento por el expresidente Vicente Fox y relanzado por el presidente Felipe Calderón con el apoyo de sus homólogos mesoamericanos.
Las bondades del otrora plan, ahora proyecto, siguen encausadas en el mismo sentido: la creación de una infraestructura de comunicación e industrial básica que integre la región a través de la creación de nuevos sistemas integrales eléctricos, carreteros e informáticos, entre otras importantes necesidades básicas de desarrollo en salud, alimentos y fertilizantes. Pero estas líneas no son para ahondar en el proyecto en si mismo como está planteado, sino en el cambio del nombre por si mismo, que es muy ilustrativo.
Cuando Vicente Fox propuso el Plan Puebla Panamá sin duda alguna se basó en un mapa, al ver que los estados más carentes de infraestructura del país son los que se encuentran al sureste mexicano, y que dicha situación se extiende a través de los territorios de nuestros vecinos centroamericanos. Según esto de Puebla a Panamá. Situación actual que es cierta (por cierto, con Chiapas en medio, en tiempos cuando el EZLN aún hacía ruido a nivel nacional e internacional). La fórmula es lógica: si éstas son las zonas con mayor retraso económico, se tiene que impulsar el desarrollo allí. Claro, mediante la inyección de capitales (nacionales, extranjeros o supranacionales); sin embargo, para lograr llevar la inversión a estos lugares inhóspitos solo tenemos un elemento, la mano de obra barata, y faltan elementos de infraestructura básica. Entonces, mediante un plan desde Puebla hasta Panamá, hay que crear esa infraestructura para poner la mesa a los no tan interesados inversionistas, a ver si así le entran al desarrollo de la región. Más apetitoso es el asunto cuando la misma creación de infraestructura es en si misma un nicho de mercado para la inversión de los capitales que lamentablemente, para ellos, se tiene acotada en los negocios más jugosos: petróleo y generación de electricidad; aunque les queda el carretero, entre otros. Pues bien, la medida es viable y tiene sus bondades para muchos sectores. Para el gobierno mexicano, al dar progreso a la zona más atrasada del país y contrarrestar el discurso del EZLN; para los gobiernos centroamericanos, al coordinar políticas públicas en marco de un desarrollo regional partiendo con la totalidad de independencia y soberanía para cada uno de ellos; y para la iniciativa privada, al dar un impulso a la exportación y las facilidades para la movilidad de sus capitales. Pues dicho así el plan está bien y suena bien.
El primer punto en contra de dicho plan fue su puesta en marcha, porque no era desde un escritorio como se podría desarrollar. El modelo económico planteado tenía que traducirse al diplomático para cabildear sus alcances y adecuaciones a los intereses de cada nación y estado. Cuando se cayó en cuenta de este hecho, se dio el golpe de timón y hasta Colombia le entró (cómo podía permitir que la influencia mexicana creciera en la zona sin su intervención, máxime que no nada más se hablaba de Centroamérica, sino también de Panamá, antigua provincia suya separada de su seno por influencia estadounidense para la creación del Canal). Pero cuando la diplomacia no va acompañada de recursos económicos se cae en la demagogia y allí parecía quedar el proyecto.
Bueno, pues ahora se trata de reactivar, y para ello se le cambia el nombre por el de Proyecto de Integración y Desarrollo de Mesoamérica para hacer marcada diferencia del plan anterior (aunque fuese lo mismo) y con ello reactivar su parte pragmática. Pero el tiempo ya pasó. Las cosas no son como hace ocho años cuando las ocurrencias de Fox eran gobierno y novedad. Ahora cada nación involucrada en el plan actúa con voz propia y se busca un nuevo término para la nueva denominación. Ya no es nada más con ver el mapa como habrá de llamarse a esta nueva etapa. El término de Centroamérica no cubre el alcance del proyecto, va más al noroeste de Guatemala y más al sureste de Costa Rica. Y sin darse cuenta están sentados pensando en un término que describa en esencia a la región por si mismo, tal y como lo hiciera en su momento Kirchhoff (aunque para un fin muy diferente). Así, de repente, caen sin querer con el de Mesoamérica. Sin embargo este término incluye por si mismo elementos que el anterior no tenía: Integración.- La búsqueda original de Kirchhoff fue precisamente una denominación que integrara los elementos culturales comunes que encontró desde la mitad de México hasta Costa Rica, caracterizada primeramente por su gente y en seguida por sus manifestaciones culturales, a pesar de sus diferencias locales. Situación que se cumple en la actualidad claramente entre las naciones centroamericanas y los estados del centro y sureste mexicanos.
Población.- Si bien un veracruzano o un chiapaneco o un nicaragüense son distintos entre si, tienen más lazos en común que los que tendrían con un sonorense o con un argentino, por mencionar extremos geográficos. Y lo mismo ocurrió en tiempos prehispánicos, los puntos en común entre un mexica y un maya parecieran pocos, pero resaltan elementos muy cercanos entre sí se les compara con un habitante de Paquimé u otro del imperio Inca.
Historia.- Igualmente las historias regionales en México o las nacionales en Centroamérica son particulares y únicas; pero tienen un mismo común denominador: comunidades indígenas que fueron dominadas por la corona española, influyéndolas culturalmente y dándoles más elementos en común, que cuando rompieron ese lazo se enfrentaron en constantes guerras fratricidas, que llevó a que el poder se detentara dentro de una oligarquía y/o burguesía mestiza proeuropea, dejando en la pobreza a los elementos indígenas originarios.
Y de repente dejamos de hablar de un problema de infraestructura y de inversión de capitales en la región y pasamos a hablar del trasfondo social mesoamericano de todas las épocas. El mismo que se quiere atajar desde el punto de vista original y razón de los gobiernos, pero que está constreñido a la inmovilidad de las personas en sus lugares de origen impidiendo su libre movilidad dentro de la región. Cosa ilógica dentro del mundo globalizado contemporáneo que fomenta la libre circulación de las personas, a pesar de que los gobiernos lo impidan. Por lo que la razón principal del proyecto se convierte, por el fenómeno de la migración, en un obstáculo y problema en si mismo de lo que quiere ser. Su talón de Aquiles.
El paso está dado. Dentro del nombre está la clave del éxito o del fracaso. Si se busca que el “Proyecto” funcione, tendrá que ser con la integración de las personas que conforman “Mesoamérica” en un libre tránsito de migrantes. Si se busca que “Mesoamérica” se integre, tendrá que ser con un “Proyecto” que crezca día con día en todos los ámbitos del interés de las sociedades de la región. O dicho de otro modo “Proyecto Mesoamérica” se tiene que leer como un adjetivo compuesto de las dos palabras, porque una sin la otra es el naufragio.
Tan se sabe lo anterior, que en la Declaración de Villahermosa, documento que da nuevo nombre al Plan Puebla Panama, firmado en Villahermosa, Tabasco, el 28 de junio por los presidentes de México, El Salvador, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y Colombia, así como por el primer ministro de Belice, se condenan las prácticas en contra de la migración, aunque no se habla de encaminarse a lo inevitable.
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martes, 24 de junio de 2008
De malas maestras
En México existe mala calidad en la educación. Pero nada como la que recibió mi hija Paola en este año que, gracias a Dios, termina.
Por esas cosas de andar persiguiendo la chuleta, terminamos lléndonos a vivir a Xalapa, Veracruz. Por consiguiente, mi hija mayor, Paola, tuvo que dejar la escuela en la que estaba en el rústico pueblito de Zacualpan de Amilpas, Morelos.
La mamá, preocupada de que dejaba una escuela pública de un pueblito desconocido para la gran inmensa mayoría de la gente, creía (al igual que yo) que al llegar a la capital veracruzana estaría en una gran desventaja educativa. FALSO. El nivel de la escuela primaria de Zacualpan (con todo y sus carencias) fue superior a la de Xalapa. No nada más en el ámbito educativo, también en el de calidad humana (tanto de maestros, como de alumnos).
No me extenderé mucho en el tema, realmente no merecen que hablemos de ellos, pero baste lo poco que escriba para darse una idea general del asunto.
Los directores. El de Zacualpan era a fin de cuentas un hombre de campo, con el corte machista de la vida rural, pero respetuoso con las madres y padres de familia, sencillo, dedicado y humilde para saber reconocer todas las deficiencias de su escuela, de sus maestros, de sus alumnos y de la comunidad en general, por lo que sabía que debía de hacer para lograr los mejores resultados dentro de la comunidad infantil que dirigía. La de Xalapa, una mujer de origen también rural, pero venida a la ciudad, con la idea de que ya se había comido el mundo y que su opinión es la verdad absoluta, con la sola autoridad por arriba de ella del sindicato de maestros. Por lo tanto, la comunidad infantil es un reflejo de la sociedad del país y lo único que queda es que pasen de año lo mejor preparados que se pueda (no un pueda de resultados óptimos, sino un pueda de entre lo perdido lo encontrado es bueno).
Los maestros. El de Zacualpan bonachón, timorato, dificil en su interrelación con los padres por sentirse rebasado; pero amable y dedicado con los niños, tenaz en sus ganas de que aprendan, porque sabía que la única manera de salir adelante es preparándose (si los que se preparan la tienen dura, los que no "pos ni hablar"). La de Xalapa, ahora si que pues les digo. Es la maestra más complicada de calificar desde que a mi hija recibe estimulación temprana. Vamos, no tengo ni comparativos con las que conocí yo de niño (ni mi esposa). Cochina a decir basta (en los armarios donde se deben de guardar los libros y cuadernos, guardaba comida chatarra, por lo tanto el mueble de madera era un multifamiliar de cucarachas de recio abolengo), mentirosa (con los niños, la directora y con los padres de familia), vengativa, sin capacidad para explicar sus clases (vamos, ni la clase abierta para la que se preparó todo el año --o por lo menos eso debió de hacer--), desactualizada...
Los alumnos. Los niños de Zacualpan, peleoneros y machitos (herencia de la educación de las madres, por cierto). Los varoncitos de Xalapa, peleoneros, mal educados y machitos (resultaron más vulgarcitos). Las niñas de Zacualpan buenas amigas o buenas compañeras o buenas desconocidas. Las niñas de Xalapa, malas amigas o malas compañeras o desconocidas a secas.
En general la infancia de Zacualpan de espiritu sano, noble. El de la infancia de Xalapa sumamente precoz, mal informado, no muy sano de espiritu y muy amenazado por el alcohol y las drogas (notose de que hablo de una primaria).
Parecerá muy viceral el comparativo, pero quien lo pagó fue mi hija. En Zacualpan entraban a la casa para jugar con mi hija una estampida de mocosos y mocosas que, como no cabían en la misma, lo que hacían era irse a jugar a otro lado. Y no eran del mismo grado escolar, eran de otras edades, desde las mayorsitas que parecían maestritas con su kinder, hasta los de cuatro años que no sabían a que iban pero allí estaban. En Xalapa solo hizo una amiga, entre las que ya creen que son mayorsitas para hablar de cosas de adultos (novios, sexo, drogas, brujería y demonios) y las dos inmaduras (entre ellas mi hija) que se divierten como lo que son: niñas.
Por esas cosas de andar persiguiendo la chuleta, terminamos lléndonos a vivir a Xalapa, Veracruz. Por consiguiente, mi hija mayor, Paola, tuvo que dejar la escuela en la que estaba en el rústico pueblito de Zacualpan de Amilpas, Morelos.
La mamá, preocupada de que dejaba una escuela pública de un pueblito desconocido para la gran inmensa mayoría de la gente, creía (al igual que yo) que al llegar a la capital veracruzana estaría en una gran desventaja educativa. FALSO. El nivel de la escuela primaria de Zacualpan (con todo y sus carencias) fue superior a la de Xalapa. No nada más en el ámbito educativo, también en el de calidad humana (tanto de maestros, como de alumnos).
No me extenderé mucho en el tema, realmente no merecen que hablemos de ellos, pero baste lo poco que escriba para darse una idea general del asunto.
Los directores. El de Zacualpan era a fin de cuentas un hombre de campo, con el corte machista de la vida rural, pero respetuoso con las madres y padres de familia, sencillo, dedicado y humilde para saber reconocer todas las deficiencias de su escuela, de sus maestros, de sus alumnos y de la comunidad en general, por lo que sabía que debía de hacer para lograr los mejores resultados dentro de la comunidad infantil que dirigía. La de Xalapa, una mujer de origen también rural, pero venida a la ciudad, con la idea de que ya se había comido el mundo y que su opinión es la verdad absoluta, con la sola autoridad por arriba de ella del sindicato de maestros. Por lo tanto, la comunidad infantil es un reflejo de la sociedad del país y lo único que queda es que pasen de año lo mejor preparados que se pueda (no un pueda de resultados óptimos, sino un pueda de entre lo perdido lo encontrado es bueno).
Los maestros. El de Zacualpan bonachón, timorato, dificil en su interrelación con los padres por sentirse rebasado; pero amable y dedicado con los niños, tenaz en sus ganas de que aprendan, porque sabía que la única manera de salir adelante es preparándose (si los que se preparan la tienen dura, los que no "pos ni hablar"). La de Xalapa, ahora si que pues les digo. Es la maestra más complicada de calificar desde que a mi hija recibe estimulación temprana. Vamos, no tengo ni comparativos con las que conocí yo de niño (ni mi esposa). Cochina a decir basta (en los armarios donde se deben de guardar los libros y cuadernos, guardaba comida chatarra, por lo tanto el mueble de madera era un multifamiliar de cucarachas de recio abolengo), mentirosa (con los niños, la directora y con los padres de familia), vengativa, sin capacidad para explicar sus clases (vamos, ni la clase abierta para la que se preparó todo el año --o por lo menos eso debió de hacer--), desactualizada...
Los alumnos. Los niños de Zacualpan, peleoneros y machitos (herencia de la educación de las madres, por cierto). Los varoncitos de Xalapa, peleoneros, mal educados y machitos (resultaron más vulgarcitos). Las niñas de Zacualpan buenas amigas o buenas compañeras o buenas desconocidas. Las niñas de Xalapa, malas amigas o malas compañeras o desconocidas a secas.
En general la infancia de Zacualpan de espiritu sano, noble. El de la infancia de Xalapa sumamente precoz, mal informado, no muy sano de espiritu y muy amenazado por el alcohol y las drogas (notose de que hablo de una primaria).
Parecerá muy viceral el comparativo, pero quien lo pagó fue mi hija. En Zacualpan entraban a la casa para jugar con mi hija una estampida de mocosos y mocosas que, como no cabían en la misma, lo que hacían era irse a jugar a otro lado. Y no eran del mismo grado escolar, eran de otras edades, desde las mayorsitas que parecían maestritas con su kinder, hasta los de cuatro años que no sabían a que iban pero allí estaban. En Xalapa solo hizo una amiga, entre las que ya creen que son mayorsitas para hablar de cosas de adultos (novios, sexo, drogas, brujería y demonios) y las dos inmaduras (entre ellas mi hija) que se divierten como lo que son: niñas.
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