domingo, 2 de noviembre de 2008

Carta a la Voz de Atoyac

En hora buena por la publicación del primero número de La Voz de Atoyac. Participar en la creación de consciencia de donde uno pertenece es una tarea nobilísima. Y toma especial trascendencia en medio de la inmensa mancha urbana de la Ciudad de México. Al igual que otros pueblos que han sido absorbidos por la capital del país, o incluso culturas enteras que han sido digeridas por las naciones iberoamericanas, los detalles son lo que nos hace únicos y la historia de Santa Cruz Atoyac hace a sus vecinos diferentes e individuales frente a otros habitantes del Distrito Federal. Máxime cuando uno habita un lugar que tiene siglos de existencia.
La memoria colectiva de repente es muy corta, y con el paso del tiempo, solo se conservan los sucesos escandalosos y frívolos. Este es el medio idóneo para que conozcamos la singularidad de donde a hora somos vecinos y reconozcamos entre los descendientes de los más antiguos habitantes de Atoyac la legitimidad histórica para conservar las tradiciones de este lugar.
Maravilloso será que cuando alguien nos visite igualmente los llevemos a hacer un shopping a Plaza Universidad o un trámite en la Delegación Benito Juárez, que a conocer la Cruz Atrial que lloró al ser labrada, o conocer más de las anécdotas de cuando este lugar era un punto de descanso en el “largo” camino entre Coyoacán y México.
Más allá del metro Zapata, existe un pueblo enclavado en la urbe que debe de alzar la voz para que no se pierda su historia con el paso del tiempo. Felicidades.