jueves, 24 de febrero de 2011

La república saharaui a 35 años

Un día después de que el último solado español abandonó el Sahara Occidental, los patriotas saharauis proclamaron la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Sin embargo, la salida del intruso europeo no significaba que el Sahara Occidental quedara libre del intervencionismo extranjero. Antes de salir, los españoles a días de que muriera su caudillo Franco, acordaron crear una administración conjunta de la posesión que abandonaba entre Marruecos y Mauritania. Por lo mismo, inició la guerra por la autodeterminación del pueblo saharaui.

Los mauritanos a la postre abandonaron también el Sahara Occidental ante la férrea resistencia de los saharauis. Pero los marroquíes no fueron un hueso fácil de roer: con bombardeos a la población civil, expulsaron prácticamente a la mitad al interior del desierto del Sahara, en territorio argelino. La otra mitad quedó atrapada en las ciudades más importantes, rodeados por fuerzas armadas de Marruecos. Para garantizar su posición intervencionista, el gobierno de Rabat organizó la colonización de las ciudades y tierras costeras con miles de inmigrantes marroquíes que cruzaron la frontera en la llamada “Marcha Verde”. No obstante a su implacable avance, no lograron derrotar a los saharauis, alargándose la guerra años.

El conflicto bélico entró en un impasse por medio de un cese al fuego, con el fin de que Marruecos permitiera a los saharauis, a través de un referéndum organizado por las Naciones Unidas, votar por su autodeterminación libremente. Referéndum que el gobierno de Marruecos ha saboteado durante lustros.

Así la República Árabe Saharaui Democrática cumple su trigésimo quinto aniversario en pie de lucha por la autodeterminación de su pueblo. Aniversario que en este año de 2011 tiene un nuevo escenario regional: las revoluciones árabes.

Hasta el día de hoy, los inamovibles gobiernos de Túnez y Egipto han sido desplomados como gigantes con pies de barro. Y las movilizaciones civiles se extienden por los demás pueblos árabes, principalmente en Libia, Yemen, Qatar y Argelia, con miras a agravarse en Jordania y Marruecos. Pero estos movimientos no son ni serán lo mismo en cada uno de estos estados árabes.

La primera gran diferencia es que algunos países tienen como sistema de gobierno regímenes supuestamente republicanos y otros son monarquías todo poderosas. Hasta hoy, los gobiernos que han sido derrocados son los republicanos tunecino y egipcio. La naturaleza de estos regímenes a facilitado su caída, ya que la legitimidad de sus presidentes descansa en la sociedad y se supone que deben de dirigir a sus países por períodos definidos. La perpetuidad de sus presidentes en sus cargos es, en sí mismo, la razón contra natura de su propia existencia. Por lo mismo, las manifestaciones no buscaban una promesa de cambio, sino el fin de sus pretendidas presidencias vitalicias.

Por el contrario, en las monarquías, el régimen descansa en el reinado vitalicio de sus monarcas. Entonces, si el advenimiento de sus reyes es legítimo, la deposición de sus soberanos es un tema que se ve un tanto lejano. No imposible, pero no tan a la mano como se podría imaginar. En estos casos, la sociedad, en primer término, buscará tan sólo con acotar a sus soberanos, constituyendo monarquías constitucionalistas donde el rey reine, pero no gobierne. Lo anterior traería consigo la creación de parlamentos árabes que nombren a los jefes de gobierno, tal vez bajo la tradicional figura de un primer ministro, y con ello se crearán las condiciones de libertad que buscan los árabes. Si los regímenes constitucionales llegasen a fracasar, en segundo término podrían buscar el definitivo cambio de régimen para imponer repúblicas democráticas.

Bajo esta diferenciación, se ve más difícil que las monarquías caigan, aunque no es imposible. La monarquía más débil que podría caer es la de Qatar, ya que la oposición civil no nada más es por la búsqueda de la democracia, sino contra el régimen en sí. Entonces, las demás monarquías de la región dependen de que la de Qatar se sostenga o no, ya que su caída podría ocasionar un efecto dominó que vea como alternativa pasar de las monarquías absolutistas disfrazadas actuales directamente a las repúblicas democráticas.

Dicho lo anterior, tenemos que el presidente de Túnez, el general Zine al’Anidine Ben Ali, que accedió desde 1987 fue derrocado. El presidente de Egipto, Hosni Mubarak, que comenzó su gobierno desde 1981 también fue derrocado.

Las repúblicas cuyos gobiernos pueden terminar son la de Libia de Maummar Gaddafi que dirige desde 1969 bajo un sistema socialista islámico, la de Argelia de Abdelaziz Bouteflika que gobierna desde 1999. La monarquía no constitucional de Qatar del emir Hammad bin Khalifa que reina desde 1995 y la monarquía supuestamente constitucional de Marruecos, del soberano Mohammed VI que la heredó desde 1999.

Pero mientras estos países siguen su curso, el caso de los saharauis se complica. Por un lado, su principal aliado en los últimos 35 años ha sido Argelia, cuyo régimen es más fácil que caiga antes que el rey marroquí. Por lo tanto las autoridades del Frente Polisario, partido único de la República Árabe Saharaui Democrática, tendrán que saber capotear al régimen actual y, en su caso, al que podría surgir si triunfa la revolución argelina. La piedra angular para sostener la ayuda argelina a la causa del Polisario es la lucha por la autodeterminación. Sin calificar al actual régimen argelino, es claro que apoya las aspiraciones auto deterministas saharauis. Un nuevo régimen surgido de un movimiento revolucionario por la democracia, estaría prácticamente obligado a apoyar la lucha por la democracia saharaui. Así que se percibe que el apoyo continuaría, aunque dependería de una clara adecuación del Polisario a los nuevos tiempos.

En el caso de Marruecos la cosa se pone más delicada. Cualquier acción saharaui puede ser usada por el gobierno marroquí para distraer los intentos revolucionarios, convirtiéndolos en los enemigos en común para unir al reino. Por lo anterior, los saharauis deben de ser sumamente cuidadosos de no convertirse en los chivos expiatorios de Mohammed VI. Y a su vez, una posible caída del régimen marroquí puede ser el punto de flexión para alcanzar, al fin, la autodeterminación saharaui.

No hay comentarios: