miércoles, 8 de julio de 2009

El PRD tras la elección de 2009

El Partido de la Revolución Democrática (PRD) pretendía obtener en 2009, por lo menos, una votación muy similar a la elección intermedia de 2000 y de 2003, alrededor del 18% de las preferencias electorales para diputados de mayoría relativa. Pero no fue así. Solo alcanzó poco más del 12% de los votos. Una reducción a grosso modo de 5 puntos porcentuales, los cuales supo recuperar el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en su propio beneficio.

Si. Efectivamente fue una debacle electoral muy severa. Y más si se compara con el 29% de los votos obtenidos por la alianza de diputados por mayoría relativa en 2006, quienes se vieron favorecidos por la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Incluso en el Distrito Federal, bastión tradicional del PRD, la preferencia electoral se vio muy desfavorecida.
Con la resaca de la fiesta electoral, se inicia un período para analizar las fallas. De crítica al interior de los partidos, aunque en el PRD dista mucho de ser una verdadera autocrítica y más parece que lo que va iniciar es una guerra de reclamos entre sus tribus.

La baja electoral del PRD se debe principalmente a tres factores. La primera, que a muchos se les está olvidando en este momento, es el descrédito que alcanzó el partido por los arranques mesiánicos de Andrés Manuel López Obrador tras no resultar presidente en 2006. Aunque se le diera la razón a López Obrador de que le robaron la elección, su actuar distó mucho de los motivos de por qué la gente votó por él. Mostrándose contrario a cualquier principio democrático de aceptar los resultados de las elecciones, respetar a las instituciones electorales y soportar la derrota. Desde entonces el PRD perdió no solo votantes atraídos por el carismático AMLO, sino que también perdió parte de un electorado que le había sido fiel desde elecciones anteriores. Resultaría ilógico e ingenuo pensar lo contrario, lo que abría que pensar es de qué tamaño había sido el costo electoral.

No conformes los perredistas con lo anterior, el partido se ha dividido claramente en dos, las tribus radicales que giran en torno a López Obrador, y las tribus moderadas que encontraron en Jesús Ortega su representante más visible, quienes buscan rescatar al partido del hoyo al que los arrastró la elección de 2006. La máxima de “divide y vencerás” se cumple como el segundo factor. La guerra civil entre las tribus fue inevitable, y la presidencia del partido se convirtió en la batalla que decidiría el equilibrio entre las fuerzas enconadas. El cochinero de la elección interna, por ambos lados, fue tal que no se pudo resolver al interior del partido, Jesús Ortega alcanzó la presidencia ante la mediación del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, situación que los contrarios ven como la imposición externa de asuntos partidistas. Obvio, Ortega desde la presidencia acaparó candidaturas y ante la derrota electoral, ahora le echan la culpa de que fue por sus candidatos, de que fue por la lucha interna que él promovió ante tribunales y las disputas internas se atizan.

El tercer factor claro de la caída perredista fue el apoyo de AMLO a los partidos tradicionalmente aliados al PRD. Tanto el Partido del Trabajo como el partido Convergencia se jugaban su existencia en la elección. Parecía improbable que alcanzara cada uno el 2% de los votos necesarios para alcanzar el registro. Por lo tanto, López Obrador dio la espalda al PRD y se dedicó a apoyarlos entre los radicales leales a su movimiento legitimista. No se puede medir que porcentaje hubiesen obtenido estos partidos sin el apoyo lopezobradorista, pero definitivamente hubiese sido menor del recibido entre ambos, el 6%. Es probable que tal vez la mitad de los votos o un poco menos hubiesen sido del PRD directamente, lo que reduciría la caída perredista de 5 a solo la mitad de puntos porcentuales (sin considerar en este escenario el papel que jugó el Voto Blanco que definitivamente también golpeó al PRD).

El caso de la jefatura delegacional de Iztapalapa, la última gran batalla de la desunión perredista, reúne los dos últimos factores del desastre del PRD, la lucha interna y el apoyo de López Obrador a partidos distintos del PRD, que es desde donde parte el actual análisis de los principales actores políticos perredistas. Pero se olvidan del primer factor que viene desde 2006, en que así como AMLO es seguido por muchos, también le dieron la espalda muchos otros electores tradicionalmente perredistas que ahora dieron su voto a otro partido.

También es cierto que la renuncia del presidente del Partido Acción Nacional (PAN), Germán Martínez, ante los malos resultados de su partido, es un ejemplo a seguir por todos los demás partidos políticos del país, ésta debe de entenderse como una medida para defender al presidente Calderón y de rebote al PAN para las elecciones de 2012; una posible renuncia de Jesús Ortega lo único que haría sería dejar al PRD en manos de los radicales, quienes no ven que el escaso porcentaje que se alcanzó en alguna medida fue por la campaña de reposicionamiento que realizó Ortega con la niña Marianita.

La guerra civil del PRD se reinicia.

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