sábado, 20 de octubre de 2007

En nombre de la nación y de Alfedo Ávila

(Texto original del 16 de enero de 2003)

En nombre de la nación.
La formación del gobierno representativo en México
Alfredo ÀvilaTaurus – CIDE, México, 2002, 415 pp.

A mediados de este año, el 6 de julio, se realizarán las elecciones federales que renovarán la Cámara de diputados. En ellas, las relaciones entre los poderes Ejecutivo y Legislativo podrían cambiar en favor o en contra de la presidencia de Vicente Fox.

Este panorama de una nueva correlación de fuerzas trae a colación, una reflexión del significado que tiene el que se voten “representantes” por el pueblo. Además del anhelo de tener en México una nación plenamente democrática.

Por ello el investigador y profesor de la UNAM Alfredo Ávila, en una coedición del CIDE y la editorial Taurus, publicó su libro: En nombre de la nación. La formación del gobierno representativo en México. En él expone el cambio que sufrió la población de la Nueva España para constituirse como sociedad mexicana independiente. Quedó atrás las soberanía que recaía en una sola persona, a una que recae directamente en el pueblo. Misma que es representada por un grupo de personas que son escogidos expresamente para ello. Quienes se reúnen en un Congreso.

Alfredo Ávila explica detalladamente en su obra como fue modificándose la idea y concepto de “representación” al final del virreinato de la Nueva España, su transformación a partir de 1808 y por último como se concreta en 1824 con el establecimiento de la primera república federal de México.

Se creía que en el rey recaía la soberanía por derecho divino (de allí que también se le llama “soberano”), por lo que el México virreinal estaba atado a la familia Borbón que reinaba en España. Pero la invasión francesa de la península ibérica de 1808 derrocó al monarca español Carlos IV, a su hijo Fernando VII y al resto de la dinastía. El emperador de los franceses, Napoleón Bonaparte, en su lugar impuso a su hermano como nuevo rey.

Los españoles de inmediato desconocieron a José Bonaparte y se organizaron para expulsar a los franceses de su territorio. Se establecieron diferentes organismos para dirigir la defensa. Entre ellas, la primera asamblea con “representantes” elegidos libremente por el pueblo de todos los territorios españoles. Incluida la Nueva España.

La crisis provocada por la ausencia regia puso en entredicho que la soberanía recayera sobre un solo individuo, por lo que pasó al pueblo. Como sucedió en los entonces recién independizados Estados Unidos y en la Francia revolucionaria de la época. Una vez reunidas las Cortés de Cádiz, los diputados electos decidieron “representar” al pueblo, tanto peninsular como americano. Y con la ausencia de los reyes borbones, redactaron la primera Constitución española.

Los virreinatos españoles en América, por su parte, determinaron que la dependencia con España se tenía hecha con el rey. No con el resto de los españoles. Dada la ausencia de monarcas y el pueblo a cargo de ejercer directamente su soberanía, decidieron terminar dicha unión. Con la consecuente e inevitable independencia.

El libro de Alfedo Ávila nos dice como se transformó la “representación” elegida por los mexicanos para participar en las Cortes de Cádiz. La que participó en el Congreso de Chilpancingo, primera asamblea cien por ciento mexicana. La que fue llamada para integrar el Congreso Constituyente del imperio de Iturbide. Y la que finalmente integró un nuevo Congreso Constituyente que fundó la República federal mexicana en 1824.

Este libro nos sirve para refrescarnos la memoria del porqué elegimos a un puñado de personas que habrán de decidir por todos nosotros como habremos de gobernarnos.

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