sábado, 20 de octubre de 2007

¿Integración Latinoamaricana?

(Texto original del 16 de agosto de 1996)
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Iberoamérica, Hispanoamérica, Indoamérica, Amerindia, Eurindia,... Latinoamérica, palabras que denota algo más que una parte de la masa continental de América, palabras que denotan una idiosincrasia, una historia, una vida en común. A las que no se escapan las ideas de unidad, de integración, de solidaridad, de un destino en común, pero desafortunadamente encierra en su seno la desunión, la competencia, la búsqueda de una superioridad en alguna de sus partes.

Las diferencias entre las naciones hispanas, creadas en su mayoría, por sus raíces precolombinas y sus experiencias como Estados independientes, parecen que se empeñan en no llegar al sueño de Bolivar, no importando la similitud que engloban las raíces y las experiencias. La mayoría con culturas que mantuvieron la hegemonía de la región, no importando cómo (Aztecas, Incas y Mayas), por otro lado, guerras intestinas, ya sean, para sustentar una nueva dictadura, tirar alguna otra o para reclamar los ideales, que en su mayoría, no difieren en su esencia; además de las guerras contra las naciones, que ven en la violencia, el camino para lograr sus propios intereses, sin olvidar el imperialismo económico de los estadounidenses.

Entonces, si tenemos ideales en común, luchas en común, una vida en común, ¿Por qué no se cristaliza la integración ? ¿Acaso son más fuertes las diferencias que las semejanzas? Parece ser que si. Nos empeñamos en acentuarlas y en engrandecer nuestras disputas.

Claro. Ante todo soy mexicano, pero antes de pertenecer a una globalización soy latinoamericano. No por valorizar mi nacionalidad estoy en la posición de negar mi patria grande. Tampoco puedo gritar que el mundo no me interesa, porque ante todo soy latinoamericano, eso sería una incongruencia o hasta un extremismo. También tenemos que luchar en el contexto europeo y estadounidense, ya que nuestra misma latinoamericanidad nos hace ineludiblemente occidentales, no un ente aparte. Como occidentales, somos la nación más numerosa y diversa; por ello no querramos incorporarnos a un occidentalismo dejando de ser una parte de ese occidentalismo mismo.

Veo, al igual que muchos otros, que como hispanos tenemos que integrarnos reconciliándonos con nuestro propio pasado, tomando en cuenta que éste no empezó al hacernos independientes, ni mucho menos en los vestigios que heredamos de nuestros ancestros prehispánicos. Tenemos que reconciliarnos, sobre todo, con nuestro pasado en común, con tres siglos que nos dieron nuestra identidad con sus múltiples variantes, con el colonialismo ibérico.

Más allá de lamentar el hecho de haber sido parte de un imperio, el Español o el Portugués, en su caso, tenemos que aceptarlo, entenderlo y sobrellevarlo. Solo así, después de dejar de luchar contra lo que somos, podremos hablar de una integración latinoamericana.

El librarnos de aranceles económicos con tratados de Libre Comercio, produce una integración, sin duda alguna, y puede llegar a ser la única entre muchas culturas y naciones que no tienen otro lazo que el comerical. Tampoco podemos imponer un sistema socializante en las manos de algún caudillo iluminado, porque no somos un grupo pequeño de lideres revolucionarios. En nuestro caso, el dejarnos solo a las cuestiones comerciales o a gobiernos autoritarios, es renunciar a una buena parte de lo que realmente somos: hermanos.

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